«Todo fracaso es el condimento que da sabor al éxito» Truman Capote.
Quien experimenta corre el riesgo de meter la pata, de cagarla vaya. Ademas en la mayoría de las ocasiones se cumple esas dichosa ley de Murphy. Si algo tiene que salir mal saldrá mal. Y yo añado: «casi siempre en el momento mas inoportuno».
Empecé a cocinar muy pequeña, como a los 8 años. De aquella etapa no recuerdo mas que mi obsesión por hacer croquetas, llegando al punto de hacer unas croquetas de albóndigas con tomate (digno de guarrindongada de Robinfood).
Pero si recuerdo uno de mis primeros fallos. En le mejor momento. 18 años, sola en casa e invito a mi chico a cenar. Unos pintxos ricos, vino, musica, todo perfecto. Hasta que llega el momento en que llega el plato principal. Algo sencillo pero que sabía que a él le gustaba. Gulas, normales, con su aceite, su ajito laminado y sus guindillas cayenas. Si, sus guindillas, no, su guindilla. Menos mal que el vino era de aguja y estaba fresquito. Como picaban las condenadas y él, chicarrón del Norte se las comió a pesar de mi insistencia en que no lo hiciera. Lo mejor es que hoy lo recordamos juntos y nos reimos, ademas no se puede quejar de lo bien que come todos los dias.
Otra memorable también fué el día que empecé a experimentar con la levadura, a mas de uno seguro que le suena esta historia. Que poca paciencia tengo y ademas como siempre he sido de inventar, pasaba de pesos y de historias. Asi que tengo una amplia retaila de bizcochos que no suben, panes duros y pizzas insípidas. Fué una de las cosas que mas me costó al hacerme el blog, pesar las cosas, poner cantidades…cosas que no había hecho nunca. Asi que imaginaos mis periplos reposteros. Ahí vamos por otro fracaso.
Mi primer bizcocho. Y el segundo, tercero, cuarto… Si soy muy cabezota y como paso de leer recetas me empeñé en hacer un bizcocho a lo loco. No subía, de sabor ricos pero si lo metías en una vaso de leche desaparecía al momento, mas seco que una mojama.Otros crudos por dentro, no había término medio. Asi que finalmente miré una receta, me sorprendió por que no tenía mas que cuatro líneas. Me dije a mi misma: «Mira que fácil». Si, si muy fácil y yo muy tonta de no recordar como mi abuela batia las claras a punto de nieve para hacer aquellos maravillosos bizcochos que cocinaba. La receta decía algo asi como: «Meter todos los ingredientes en un cuenco y batir con la batidora. Hornear durante 40 minutos a 180 grados». No lo hagais, dificilmente os saldrá un bizcocho esponjoso y rico. Ahora que los hago como mi abuela me salen perfectos.
Me encanta el mango y un día tuve la genial idea de hacer unos muffins de mango. Que buena ¿eh? Se me ocurren las cosas y luego miro si se le ha ocurrido a alguien antes y cómo lo ha hecho. Asi que yo me hice una idea y empecé a ver magdalenas que simplemente tenía cachitos de mango. Que sosada -pensé yo. Esto tiene que llevar mango en trocitos pero también triturado en la masa para que le de bixigarri (vidilla). Incomible, de verdad incomible. Era como una goma, podía haber cedido alguno a Asegarce (empresa que lleva el deporte de pelota mano) por si necesitaban para la temporada que viene. Y aqui el chicarrón del norte se manducó unos cuantos, asi que como le voy a creer cuando me dice que algo está bueno, si se lo come todo.
Mi primera tarta de queso, de esas con base de galleta, queso y mermelada por encima. Tendría como 12 años y la madre de una amiga siempre hacía una tarta de queso tremenda, no la ví hacerla nunca pero me imaginé como sería. Otro desconocimiento en mi pequeño mundo culinario, las gelatinas. Pues si, la hice sin gelatina. Me curré la base, muy rica, con su galleta, su mantequilla… Me curré el relleno y la metí en el frigorífico. Le eché la mermelada, que aguantó por que se había enfriado lo suficiente como para dar el pego. Llegó el momento de llevarla a la mesa, le quite el aro al molde y se abrió como el mar rojo frente a Moisés. Comieron reboltijo con cucharilla, de saboir rico pero con una presencia un tanto bochornosa.
Hay otros fallos que no son tanto de ejecución como si de ceder la etapa final de una receta a otra persona. No se puede confiar en nadie y menos tus croquetas cremosas a alguien que está acostumbrado a freir esas croquetas contundentes que necesitas casi una radial para comertelas. Allí llevé yo mis croquetas cremosas, redonditas, perfectas. Me cogieron el plato y me dijeron: «Tranquila que ya las freimos nosotras, tú tómate algo tranquila». Croquetas para 20, amigos. ¡Croquetas para 20! ¿Os podeis hacer a la idea del trabajo que dan hacer croquetas para 20? Las croquetas cremosas se hacen pequeñas para que se frian rápido y se hace a fuego fuerte, con el aceite muy caliente. Oigo un gritillo «Ainara esto explota» Me encontré a la susodicha en cuestión, la maestra freidora, que había metido is dorables croquetas todas a plastadas con el aceite templado. Efectivamente, estaban explotando cual palomita. Logré salvar una tanda y asi poder por lo menos ver mi obra terminada. Nunca dejeis hacer vosotros mismos lo que sabeis que nadie hará mejor que vosotros, será sólo responsabilidad tuya y menos si sois unos perfeccionistas sin remdio en esto del arte culinario.
Ahora mismo no recuerdo ningun fracaso mas y si los hay no fueron lo suficientemente importantes. Creo que para triunfar hay que saber fracasar primero, del fracaso se pueden aprender muchisimas mas cosas que de los aciertos. Hace poco en twitter alguien me llamó artista del fracaso y me gustó mucho. Me parece que es un adjetivo que conjuga un todo de mi persona, sombras y luces, fracasos y exitos. Al fin y al cabo son esas cosas las que nos hacen crecer y querer mejorar todos los dias.
Categorías:Mis historias
Deja una respuesta